EL ESPÍRITU DEL POZO
En
la casa de mis padres había un gran pozo de brocal, de donde sacábamos el agua,
salobre, fresca y tintineante.
Siempre
supe que el pozo estaba vivo, solo que era un gran monstruo dormido. Tenía
debajo del agua cristalina un espíritu hondo y oscuro que el día que despertará
nos destruiría a todos.
Algunas
noche lo había oído rezongar, entonces juntaba todas mis pertenecías para huir,
para salvarme, para no morir devorado por aquel monstruo insaciable. Pero por
el momento nada sucedía.
En
ocasiones cuando me acercaba al brocal a sacar el agua, al golpe del balde,
veía como se revolvía el agua, se ponía negra y el monstruo sacaba unos de sus
tentáculos. Entonces le hablaba, lo tranquilizaba y le decía que todavía no era
tiempo, que esperara un poco más que yo
aún era un niño.
Que
sabía cómo se había llevado al abuelo pero que él ya había vivido lo
suficiente, también como se había llevado al mozo del pago herido de mal de
amor. Cuando le hablaba así con mi voz inocente el agua quedaba mansa y yo retiraba el balde
cargado de aquel líquido vivificante.
Pero
una noche de tormenta, de rayos salidos del mismísimo infierno que cruzaban el
firmamento, sucedió lo tan temido, se sintió un gran ruido, estridente, agudo, quebradizo.
Entonces me asomé a la ventana y vi
como uno de los tentáculos del monstruo
había roto el brocal del pozo y por la brecha abierta en el ladrillo manaba un
gran chorro de agua sanguinolenta.
Junte
mis cosas, monté a caballo y salí, desde la portera eche una última mirada. El
brocal del pozo se había rasgado por cuatro partes de donde salía agua a
borbotones, inundándolo todo, ahogando y destruyendo todo a su paso. "Talonie" al
caballo para que saliera al galope y me perdí en las inmensidades del camino
con aquel río infernal pisándonos los talones. Cuando ya estaba perdido
alcanzado por unos de los tentáculos del monstruo…de súbito desperté.
CAROL ROMERO